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Por qué nos cuesta ser honestos

Una hipótesis sobre la contradicción humana


Desde niños nos enseñan una serie de normas para lograr un comportamiento aceptable en la vida de relación y evitar conductas reñidas con el sentido ético vigente en la sociedad. Esto obedece a la conveniencia social de evitar actitudes perturbadoras y a la aspiración familiar y cultural de llegar a ser una persona honorable y honesta. En tal sentido, los educadores, en su rol de padres y docentes, aspiran a formar personas capaces de obrar en el sentido de aquellos valores cuya práctica conduce a una supuesta rectitud moral. Esto es aceptado sin cuestionamiento alguno por la gran mayoría de las sociedades y culturas. 

Sentido pedagógico de la sanción y la pena

Liberación mental desde la propia corrección 

En estricto sentido pedagógico, toda sanción conlleva la idea de la corrección. Pero para que haya corrección debe haber aprendizaje. Cuando un padre aplica un castigo, no lo hace por desahogo o venganza, a pesar del fastidio de la acción incorrecta. Salvo las excepciones burdas, ligadas al descontrol de la mente, todo padre considera a la sanción o castigo que aplica a su hijo, el medio más adecuado que en ese momento tiene a su alcance para lograr aquello que considera más importante para él: la toma de conciencia y la posterior auto-corrección de su conducta.

La actuación honesta no garantiza honestidad

Cuando la acción ética es una actuación hipócrita

Nos consta por experiencia que la gran mayoría de los individuos muestra al exterior una manera de ser y de actuar que generalmente no coincide ni guarda coherencia con lo que efectivamente es y siente en su interior. Así, vemos que se proclama la necesidad de decir la verdad, de ser tolerantes, de ser justos y honestos, pero que en el fuero íntimo de la persona tales valores no tienen vigencia alguna ni poseen la vitalidad de la íntima convicción.

Por eso, los hijos suelen presenciar en sus padres esa perniciosa dualidad e incoherencia, que los lleva a serias confusiones, con consecuencias no deseadas en el futuro. De igual manera, observamos no pocas actuaciones aparentemente sinceras en la relación docentes-alumnos, jefes-colaboradores y en las diferentes ocasiones de encuentros entre familiares, amigos y conocidos y de los que no se excluye, a veces, a la misma pareja.

El esclavo moderno


Planificación del desahogo y del descanso


El esclavo es esclavo por experimentar la certidumbre paralizante de no poder romper ni liberarse del sistema que lo mantiene encerrado y limita sus movimientos. Esta limitación del movimiento presenta modalidades diferentes según las épocas y las tendencias por las cuales transitó la humanidad a lo largo de su devenir histórico.

No todos podemos tener la razón

Cuando nos equivocamos por creer tener la razón

  
Uno de los habituales generadores de discordias y conflictos de la vida cotidiana provienen de quienes sienten tener la razón en todo. Pero la sensación de tener razón puede conducir a severos errores cuando el sujeto carece de la capacidad para advertir los cambios y variaciones de sus allegados y no es cauto para tolerar y reconocer tales cambios. Por eso, la sensación de tener la razón es paradojal y nunca debe apresurar a quien la posee.

Aprender a dominar el ego

Cómo lograr la aceptación de sí mismo


Muchos no advierten que vivir para satisfacer el propio ego constituye una seria desventaja para sí mismos y para los demás. El ego, que busca revestirse de ostentaciones y apariencias, es incansable en la búsqueda de ser cada vez más poderoso y de tener todo para sí mismo. Es el disfraz y la máscara que nos cubre frente a otros como un recurso inadvertido para ser aceptados y valorados. Aunque sea por apariencia, a veces nos conformamos con las migajas brindadas por los demás, hasta que se descubra lo que realmente somos. En tal sentido, diríamos que la búsqueda de ese disfraz es la fiel expresión de la debilidad y de la poca confianza y valoración de nosotros mismos.

El equilibrio ante el resentimiento y el fracaso

El odio como falta de confianza en si mismo


Frente a las cosas que salen mal, ante los proyectos que fracasan y ante las situaciones que provocan cierta vergüenza y dolor, los seres humanos tienen una tendencia a calmar y a pretender olvidar lo que les hace sufrir. Así, viven durante mucho tiempo distraídos por la anestesia de un sufrimiento que no pueden olvidar, lamentando y contagiando ese descontento al entorno circundante.
Muchos llegan al auto-engaño, buscando afuera una serie de explicaciones sin tratar de hacerlo dentro de ellos mismos. Esto ocurre cuando sienten que lo que les está ocurriendo, o les ocurrió, responde a la mala suerte, a las decisiones de otros o a un destino implacable del que no es fácil escapar.

Anorexia emocional y obesidad mental


El permanente descontento e insatisfacción con que muchos individuos transitan sus días, generan una suerte de anorexia emocional y obesidad mental que afectan la autonomía y la capacidad de disfrute en lo familiar, laboral y personal. Esto explica por qué gran parte de los jóvenes y adultos viven sumergidos en un estado de ansiedad provocado por la falta de confianza en las propias capacidades y por las angustias del no reconocimiento y de la no aprobación social. Este es el caldo de cultivo de la sumisión y la pasividad de un sujeto que se ve impedido de reconquistar el propio espacio de intimidad y de acceder a la felicidad de una vida autónoma y creativa.

Los condicionamientos de la mirada ajena

Los personajes que creamos y someten nuestra vida



En la vida corriente, es muy común observar que a las personas se les presenta una alternativa implacable. Por un lado, abandonarse a la iniciativa ajena y, por otro, decidir tomar iniciativas como sujeto creativo, consciente y autónomo. Cuando se abandona la iniciativa propia, se pierde la autonomía para pensar, emergiendo un estado de sumisión donde el sujeto es manejado por personajes que lo esclavizan y le hacen perder su espacio de auto-realización. El sujeto creativo, en cambio, modela su propia escultura personal, tratando que su pensar y su sentir converjan a un estado de actividad fecunda, constructiva y sin intermediación de personaje alguno.

El mito de la felicidad cotidiana

Entre el disfrute fugaz y la capacidad para disfrutar


Se comenta habitualmente que la felicidad tiene un carácter esquivo, que es imposible lograrla y que se presenta siempre fugaz. De esta manera, casi todos tratan de convencerse de que con los pequeños detalles de la vida cotidiana, con la alegría que provoca la percepción de un paisaje, con un gesto sencillo, con la preparación de una buena comida o con la lectura de un libro, se pueden encontrar en tales situaciones fragmentos de felicidad. Esto podría explicar el hecho tan conocido de que, para estimular el consumo de un determinado servicio o bien, la publicidad apele a la confusa afirmación de que la felicidad está hecha de pequeños momentos.

La contradicción humana

Entre la fuerza destructiva y la capacidad constructiva





En el campo de la conducta y de la amplia variedad de los comportamientos humanos, encontramos diferentes actitudes de los individuos que oscilan, a veces de manera contradictoria e inexplicable, entre dos extremos en lucha que manifiestan una constante fluctuación entre la fuerza destructiva y la capacidad constructiva ínsitas en toda psicología humana. Esto explica por qué es necesario el esfuerzo y la voluntad individual para dirimir una colisión interna de fuerzas y energías en constante lucha y oposición. 

Volver a ser uno mismo

La intervención ajena en la propia escultura personal




Volver a ser uno mismoQuizás el verbo “volver” sea incorrecto o esté demás. Es como si alguna vez hubiésemos logrado ser uno mismo. Por ahora, esto no importa. Lo que interesa es que esta expresión alude a una situación anhelada por la gran mayoría y que adquiere virulencia creativa en la madurez o en el ocaso tardío de la vejez.

Cómo reparar el daño de la sensibilidad bloqueada

El juego armónico de la inteligencia y la sensibilidad


Por experiencia sabemos que cuando la mente es invadida por imágenes y pensamientos que adquieren fuerza descontrolada, la sensibilidad queda afectada, generando las conocidas perturbaciones y daños psico-emocionales.Estas perturbaciones se comportan como condicionamientos y bloqueos cuya gravedad tendrán un alcance e impacto según su intensidad y las circunstancias de la vida personal. Así, es posible ponderar y evaluar, desde el campo educativo, la característica y naturaleza de los modelosmentales, de las actitudes y de los comportamientos disfuncionales provenientes del historial cognitivo-emocional que, a lo largo de su vida, el sujeto fue aprendiendo e incorporando a través de sus vivencias fallidas.

¿Conocemos nuestra realidad?

Por qué es útil distinguir los hechos y la realidad


La educación formal no enseñó a comprender ni a dominar los hechos que acechan y rodean la vida cotidiana con una multiplicidad y variedad de episodios y casos. Así, desde niños se identifican erróneamente el hecho con la realidad. Este es el caldo de cultivo para vivir mezclados en la indefinida variedad de hechos y confundidos rutinariamente con ellos. 

La realidad no es lo que parece

Nuevo enfoque para comprender y revertir los hechos adversos 


Si tenemos en cuenta que el hecho es aquello que ocurre y se presenta como un suceso a modo de acciones, emociones, conductas o comportamientos, nos encontramos que lo que nos rodea, lo que nos molesta, lo que nos agrada, los fracasos, los éxitos, lo que deseamos o lo que nos pasa interna o externamente, son simples hechos y episodios que, sin dejar de ser reales, sin embargo no son la realidad. En tales casos, podríamos aventurarnos a plantear que los episodios que vemos o nos afectan y hacen sufrir, no serían la realidad que no vemos. Ello, por lo mismo de que “lo esencial es invisible a los ojos”. 

Entre la ética de la conveniencia y la ética del temor

Ser honesto por temor o conveniencia no es ser honesto



Decir la verdad por temor, ser honesto por temor, ser puntual por temor, en realidad no son cualidades ni virtudes, sino el disfraz de una conducta que, si bien busca la aprobación social, en realidad el propio sujeto queda inmerso en variadas formas de apariencia e hipocresía. Así, cuando alguien no roba por temor, deja intacto el pensamiento de robo en su conciencia y mantiene vivo el impulso al robo, ya que frena una conducta que seguramente surgiría como deshonesta si desaparecieran las circunstancias del control social.

Esperar la casualidad o aprovechar las oportunidades

Segunda parte

Cuando la mente creativa no necesita de la suerte 


Retomando nuestras reflexiones acerca de la inclinación a creer en la suerte y cómo tal creencia se relaciona con una forma tosca de pensar, podríamos decir que el individuo en tal situación desdeña su propia capacidad y subestima o ignora su talento. Y dado que cada uno logra el éxito o el fracaso en función de las capacidades y conocimientos que efectivamente posee, surge que quien cree en la suerte y en la casualidad termina en la inmovilidad de su mente frente a quien, conociendo su talento y capacidades, puede aprovechar creativamente las oportunidades. 

Esperar la casualidad o aprovechar las oportunidades

Primera parte

Cuando la mente pasiva va detrás de la suerte 


No es lo mismo esperar la visita de la suerte que aprovechar, aún en su fugacidad, las oportunidades que se presentan a cada momento. En ambos casos, la mente actúa de manera diametralmente opuesta. Quien espera la suerte mantiene su mente pasiva y estática, sin construir procesos activos, ya que sólo imagina la llegada de aquello a que aspira sin esfuerzo alguno. Quien aprovecha las oportunidades, en cambio, mantiene su mente activa, creativa y expectante, transformando cada hecho, adverso o favorable, en nueva oportunidad.

Entre la suerte y la capacidad propia

Aportes pedagógicos para el progreso personal

Una observación superficial de la vida cotidiana, nos muestra a individuos que dicen tener suerte por sus logros envidiables y a individuos que manifiestan no tenerla, ya que padecen el sufrimiento de no haber logrado ciertos objetivos. Esta es una observación simplista, que atribuye a la suerte el hecho de gozar un beneficio o padecer un percance o fracaso. De allí que habitualmente la mayoría incorpora a su vida cotidiana las ideas de la “buena suerte” y de la “mala suerte”, haciendo depender de lo fortuito, del destino y de la casualidad aquellas circunstancias óptimas y condiciones desfavorables que a cada uno le toca vivir.

Hacia un cambio radical del pensar y decir

La importancia del “por ahora”


La propensión del ser humano a creer que todo es permanente, lo lleva a aferrarse a una forma fija de vivir y a buscar cierta garantía de inamovilidad en sus cosas cotidianas. Si bien en teoría comprendemos que el universo está en permanente cambio y movimiento, sin embargo queremos sentir que nada cambia y que todo es estable y previsible. De allí que el futuro aparece a nuestra mente con imágenes de fijeza, buscando siempre, desde una construcción imaginaria, una aparente certeza acerca de cómo ese futuro aparecerá en nuestra vida. Por eso, resistimos utilizar expresiones tales como “quizás”, “por ahora”, “en principio”, ya que dejaría con sensaciones de suspenso e incertidumbre a una mente reacia a los cambios y ávida de seguridad.