Cómo lograr la aceptación de sí mismo
Muchos no advierten que vivir para satisfacer
el propio ego constituye una seria desventaja para sí mismos y para los demás. El
ego, que busca revestirse de ostentaciones y apariencias, es incansable en la
búsqueda de ser cada vez más poderoso y de tener todo para sí mismo. Es el
disfraz y la máscara que nos cubre frente a otros como un recurso inadvertido
para ser aceptados y valorados. Aunque sea por apariencia, a veces nos
conformamos con las migajas brindadas por los demás, hasta que se descubra lo
que realmente somos. En tal sentido, diríamos que la búsqueda de ese disfraz es
la fiel expresión de la debilidad y de
la poca confianza y valoración de nosotros mismos.
Como valemos poco, el disfraz nos salva de las
críticas de los observadores imaginarios. Por eso, el ego no soporta la verdad y
no nos deja ver la realidad de lo que efectivamente somos. De esta manera, la
energía de nuestro propio ser interno queda opacada e inactiva, al punto de
anular, desmerecer o achicar la imagen de nosotros mismos.
En estas condiciones, el sujeto bloquea su
energía de crecimiento y queda en manos de los múltiples factores de alienación que rodean su cotidianeidad,
creyendo ilusoriamente que sus disfraces se identifican con su vida. El consumo de novedades, la ambición por
poseer, el lucimiento de la personalidad a través del prestigio, son los
ingredientes que potencian y agrandan cada vez más la avidez de un ego
avasallante e insaciable. El ego aparece, así, como una estructura superpuesta
que se yuxtapone a la vida genuina sin dejarla evolucionar.
Para consolidar tales apariencias y asegurar la omnipotencia de su ego, el sujeto vivirá
permanentemente ocupado en un trabajo que consolide el estatus logrado como el
mayor de los trofeos bajo la endeble aprobación
de los demás. Mientras tanto, el ser interno, aún en su achicamiento, emerge de
vez en cuando para reclamarle al sujeto su liberación.
Será la conciencia
del sujeto quien decida descubrir esa máscara,
construida desde afuera de su vida individual y la que podrá rescatar ese ser
interno que pugna por expresarse aún en su creciente pequeñez. Por eso, tal
liberación exige volver al propio centro de gravedad, a la autonomía de pensamiento y a la eliminación de todo aquello que fue
sustituyendo la realidad del sujeto a través de las apariencias. Achicar el propio
ego para liberar nuevas energías será el mayor desafío evolutivo de quien
busque su crecimiento y desarrollo personal.
Ello, a condición de eliminar todo aquello que
no somos nosotros y de volver a la fuente de energía que nos identifica y nos
hace ser lo que efectivamente somos. Este es el fundamento de la aceptación de sí mismo y la base de la modestia. Quienes no se aceptan
reniegan de lo que son porque no hicieron las paces con su propia realidad. Por
eso, viven una vida hipotecada por los condicionamientos culturales y sociales
y por los prejuicios de la moda que potencian la vanidad y la soberbia.
Descubrir que nada nos sustituye y que podemos
ser felices sin la aprobación y aceptación ajenas, es el punto de partida para
construir los nuevos cimientos de una vida plena, creativa y autónoma. Ello
configura el verdadero estado de felicidad, sin necesidad de apelar a recursos
externos incitados por la cultura
consumista y por la exitosa industria
de las apariencias.
Dr. Augusto Barcaglioni
(Agradeceremos contestar la breve encuesta semanal, ya que una simple tilde nos permitiría aproximar nuestras notas y reflexiones hacia los temas más sensibles y críticos)
muy buen articulo
ResponderBorrarEsto del ego es un tema. Puede resultarnos tan nocivo que nos conduce a comportamientos adolescentes como pensar que vivimos solos o aislados en el mundo y no tener la suficiente madurez de aceptar la propia responsabilidad sobre nuestras acciones.
ResponderBorrar