Espacio de reflexión e intercambio para ver de un modo diferente lo que se vive todos los días en los lugares de siempre.
Por qué nos cuesta ser honestos
Sentido pedagógico de la sanción y la pena
Liberación mental desde la propia corrección
En estricto sentido pedagógico, toda sanción conlleva la idea de la corrección. Pero para que haya corrección debe haber aprendizaje. Cuando un padre aplica un castigo, no lo hace por desahogo o venganza, a pesar del fastidio de la acción incorrecta. Salvo las excepciones burdas, ligadas al descontrol de la mente, todo padre considera a la sanción o castigo que aplica a su hijo, el medio más adecuado que en ese momento tiene a su alcance para lograr aquello que considera más importante para él: la toma de conciencia y la posterior auto-corrección de su conducta.
Consecuencias emocionales de la imaginación descontrolada
Imaginar situaciones que inhiben y desordenan la mente
El ser humano vive construyendo imágenes mentales a toda hora y en cada situación. La imaginación es una función cognitiva a la que se le atribuye un papel importante en la vida humana, sobre todo para el ejercicio de la creatividad, para la innovación, el arte y la ciencia. En tal caso, la función de imaginar es ejercida bajo el auspicio de la función de pensar y se integra de manera sistémica con el resto de las funciones cognitivas, garantizando un proceso mental satisfactorio y ordenado.
La adaptación como signo de juventud
El desafío de adaptarse a toda edad
Mientras no haya avejentamiento emocional, los condicionamientos y/o adversidades que se evidencian en la vejez (lentitud física, dolores articulares, problemas de desplazamiento, tristeza e inactividad), en realidad no serían retrocesos si media el aprendizaje y la conciencia del tiempo. Por lo tanto, el concepto de adversidad no debería adscribirse a la idea de retroceso, por el simple hecho de que quien sufre cualquier adversidad podría superarla en la medida que haga intervenir un aprendizaje superador.
La actuación honesta no garantiza honestidad
Cuando la acción ética es una actuación hipócrita
Nos consta por experiencia que la gran mayoría
de los individuos muestra al exterior una manera de ser y de actuar que
generalmente no coincide ni guarda coherencia con lo que efectivamente es y
siente en su interior. Así, vemos que se proclama la necesidad de decir la
verdad, de ser tolerantes, de ser justos y honestos, pero que en el fuero
íntimo de la persona tales valores no tienen vigencia alguna ni poseen la
vitalidad de la íntima convicción.
Por eso, los hijos suelen presenciar en sus
padres esa perniciosa dualidad e incoherencia, que los lleva a serias
confusiones, con consecuencias no deseadas en el futuro. De igual manera,
observamos no pocas actuaciones aparentemente sinceras en la relación
docentes-alumnos, jefes-colaboradores y en las diferentes ocasiones de
encuentros entre familiares, amigos y conocidos y de los que no se excluye, a
veces, a la misma pareja.
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