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EL ARTE DE HACER TODO LO POSIBLE

En el lenguaje corriente cuando alguien, frente a un requerimiento u obligación, manifiesta que va a hacer todo lo posible, ello suele interpretarse como dejadez, negligencia o dilación. Generalmente es una expresión utilizada por quienes tratan de ocultar la falta de voluntad para hacer algo o cumplir con una obligación. Sin embargo, “hacer todo lo posible” es un arte, entendiendo aquí por arte a la capacidad de ubicación frente a las variadas exigencias y oportunidades de la vida cotidiana.

EN LA MENTE TODO ES POSIBLE, EN LA REALIDAD HAY QUE ACTUAR Y ESPERAR

Un análisis sistémico de la diferencia entre la mente infantil y adulta


En la mente infantil todo es posible porque las imágenes se suceden casi ininterrumpidamente, de acuerdo a los estímulos y sin control consciente. Esto explica lo difícil de convencer a un niño que imagina la posesión de una cosa, al punto de exigirla sin escatimar ni regular sus pretensiones. Esto es comprensible, dado que, por inexperiencia, para el niño todo lo que es simultáneamente posible en su imaginación también es simultáneamente realizable en la práctica. La fantasía de la simultaneidad imaginaria y real explica claramente por qué el niño exige y no espera cuando se le ocurren situaciones relacionadas con la posesión de algo. Como dijimos, esto ocurre porque no sabe hacerlo y por falta de experiencia. 

EL RIESGO DE TENER TODO A MANO

Cuando se adquirió la capacidad para hacer algo determinado y existe en el sujeto una disposición para realizar el esfuerzo correspondiente, es seguro que el objetivo buscado se va a lograr y estará a mano de aquél, en proporción directa con la capacidad lograda y con el esfuerzo realizado. Aquí no hay riesgo alguno, simplemente hay evolución personal mediante el desarrollo de aptitudes. De allí que la experiencia cotidiana universal muestra claramente que el éxito fácil no es éxito, dado que debilita los resortes de la creatividad y no permite desarrollar la capacidad que todavía no se ha logrado. Pues aún la meta más trivial e insignificante requiere una pequeña dosis de voluntad y concentración para ser lograda.

La uniformidad del pensar y del sentir

Una pregunta habitual e inquietante para la mayoría de las personas se refiere a cómo “llenar” los “huecos” mentales o cómo “vaciar” la mente de aquellas imágenes, prejuicios o pensamientos que, lejos de beneficiar al propio sujeto en cualquier área de su vida personal, en realidad lo complican de una manera a veces molesta y paralizante.

La mayoría cree que la mente se “llena” con ideas, con creencias, con imágenes, con pensamientos vagos o rutinarios. Es así que las diversiones, entretenimientos y fantasías mantienen tanto al adolescente como al adulto “ocupados” mentalmente.

El descontrol de la mente y la violencia cotidiana

Sabemos que la conducta humana proviene del esquema previo que el sujeto elabora y construye en su mente. Este es el enunciado fundamental que en el campo filosófico y pedagógico casi nadie se atrevió a contradecir desde Aristóteles a nuestros días. Quedarse en el análisis y pormenores de las conductas externas, describirlas y formular hipótesis y conjeturas acerca de por qué ocurren, tiene la desventaja de provocar la ilusión y la creencia de haber encontrado las soluciones. Muchas de las hipótesis que suelen proliferar ante un suceso conmocionante, vuelcan el peso de las responsabilidades a la familia, a la falta de valores, a los medios, al consumismo, a la falta de educación, a la situación económica.

Las disfunciones del modo de pensar

La sensación de agobio que aqueja a cada uno de los habitantes de nuestra sociedad responde a un permanente proceso de sobre-estimulación de imágenes que se suceden en fracciones de minutos y segundos. Esta constante proliferación de estímulos de toda índole podría explicar el por qué de las variaciones del estado de ánimo y de los altibajos emocionales de muchos individuos. Así, observamos ese estado de anarquía mental por el que la gente sufre distracciones, desvío de los objetivos propuestos, pérdida del entusiasmo para progresar, apatía, desgano, falta de voluntad, temores y pérdida de la alegría.