El equilibrio ante el resentimiento y el fracaso

El odio como falta de confianza en si mismo


Frente a las cosas que salen mal, ante los proyectos que fracasan y ante las situaciones que provocan cierta vergüenza y dolor, los seres humanos tienen una tendencia a calmar y a pretender olvidar lo que les hace sufrir. Así, viven durante mucho tiempo distraídos por la anestesia de un sufrimiento que no pueden olvidar, lamentando y contagiando ese descontento al entorno circundante.
Muchos llegan al auto-engaño, buscando afuera una serie de explicaciones sin tratar de hacerlo dentro de ellos mismos. Esto ocurre cuando sienten que lo que les está ocurriendo, o les ocurrió, responde a la mala suerte, a las decisiones de otros o a un destino implacable del que no es fácil escapar.

Frente al dolor, al fracaso y a las pérdidas, no todos responden de la misma manera:
  • Una mayoría significativa apela con rapidez a la culpa ajena, atribuyendo a causas externas el fracaso o las pérdidas sufridas. Así, algunos se desligan de la situación buscando siempre un responsable externo o cayendo en la creencia de que la mala suerte los perjudicó y les jugó una mala pasada. Por eso, la gran mayoría recurre a la idea del destino para explicar con cierta elegancia sus fracasos.
  • En el extremo opuesto, están quienes se hunden en el dolor y el sufrimiento, provocando en ellos mismos con cierta rigidez un reproche pernicioso y estéril. Para ello, recurren a su fantasía creando explicaciones y escenarios sombríos que seguramente no se concretarán.
  • Muy pocos tratan de observarse internamente para ver, con objetividad y ecuanimidad, qué actitudes y descuidos personales los condujo a la situación adversa. Es cuando comienzan a ser conscientes de su propia realidad interna, al tiempo que advierten que los episodios externos no pueden ser dominados en el desquicio y el desorden mental.
  • A partir de este modelo de pensamiento, y ya de manera excepcional, algunos encuentran en el hecho fallido y doloroso una oportunidad de aprendizaje, transformando el problema mediante la alquimia que otorga la comprensión y el conocimiento de sí mismo.
Quienes pertenecen a los dos primeros grupos, es probable que alberguen un resentimiento (y hasta odio) que proviene del dolor no comprendido ni aceptado. Al carecer de confianza en la propia capacidad, no se atreven a comprender ni a enfrentar las causas reales y se refugian en explicaciones justificatorias y en la imagen del dolor que la vida les provocó.  Esto explica por qué muchos quedan clausurados en el recuerdo del dolor sin poder salir del mismo. 

Ello ocurre porque carecen de capacidades y de conocimientos para mantener la lucidez y la confianza en medio de esos temporales oscuros y hasta temibles. Pero cuando el sujeto recupera su autonomía y estabilidad emocional, esos hechos adversos no podrán debilitarlo ni hacerle perder energías y alegría. Para ello, deberá aprender a enfrentar el vacío insoportable provocado por la insatisfacción y el sufrimiento. Tal aprendizaje se puede lograr gradualmente con constancia y con pequeñas dosis de confianza en sí mismo.

Un caso inverso, que obedece al exceso de confianza, se presenta en quienes imaginan que el fracaso, la enfermedad, la soledad, la pobreza y cualquiera de las múltiples formas del dolor humano, nunca les afectará. Convencidos de que el mundo permanece fijo y estable, se inmovilizan con la engañosa ilusión de que todo está bien, creyendo en la aparente permanencia de la vida confortable que suponen vivir. Con el tiempo, el hastío paradojal de esa seguridad aparente, emergerá en la vida de muchos sin dar explicación alguna.

Si los individuos aprenden a confiar en sí mismos, la vida les estará ofreciendo nuevas formas de auto-realización. Si frente a las condiciones amenazantes el sujeto logra tal aprendizaje, seguramente podrá iniciar y recorrer un camino creativo y sin resentimientos, odios, ni rencores. Por eso, para evitar la decepción en unos casos y el hastío en otros, cada individuo debería aprender a pensar y tender a un equilibrio emocional que le permita producir una suerte de alquimia liberadora ante el fracaso, el dolor y las diferentes expresiones del sufrimiento.

En tal sentido, el trabajo formativo de la educación ha de estar permanentemente orientado al desarrollo del sujeto a fin de que aprenda a pensar y a lograr mayor confianza en sí mismo. Ello permitirá a los jóvenes afrontar la adversidad de manera constructiva y ejercer con acierto su capacidad de adaptación sin comprometer su autonomía de pensamiento ni afectar su estabilidad emocional.



Dr. Augusto Barcaglioni



(Agradeceremos contestar la breve encuesta semanal, ya que una simple tilde nos permitiría aproximar nuestras notas y reflexiones hacia los 
temas más sensibles y críticos)


3 comentarios:

  1. Como diría el pensador García, filosofía barata y zapatos de goma

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  2. Uno de los caminos de la envidia, lleva a las personas a criticar y juzgar a los otros

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  3. Esto del coaching, o lo que dicen los coaches, durante un tiempo me parecía muy interesante pero ya he escuchado tanto y leído bastante que me parece que dicen siempre lo mismo!!!!! No sé, creo que hay gente sería pero me parece que hay mucho chanta dando vuelta...

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