Los caminos hostiles

La oportunidad inteligente de acercarse a una nueva realidad 


A diferencia de los caminos y senderos plenos de comodidad, confort y bienestar para quienes los transitan, los caminos escarpados son abruptos y molestos, aun cuando en ciertos casos podrían ofrecer algunas ventajas. Lo cierto es que el sendero escarpado reclama ser transitado de manera consciente y cuidadosa, a la inversa de aquellos caminos en que la comodidad permite a quienes los transitan algunas despreocupaciones y hasta descuidos sin consecuencias graves. 


El problema en este último caso es el hábito de la despreocupación, que se sustenta en el gusto por la comodidad y por la seguridad que ofrece un exterior confortable. El camino escarpado no permite descuido alguno ni tolera la despreocupación y, según esto, podríamos decir que tiene la ventaja de acercar al sujeto a una experiencia más acotada con la realidad. Esta ventaja surge siempre y cuando el sujeto posea capacidades de adaptación y de aprendizaje para transitar senderos difíciles y hostiles. 

Esto no implica una apología del sufrimiento ni un gusto por la adversidad. Se trata de plantear el caso inverso, que surge cuando, aun transitando el camino cómodo, el sujeto no debería permanecer inmóvil, sino adaptarse y aprender también de las situaciones favorables y exitosas. Por tal razón, el camino escarpado está más próximo de ofrecer alternativas y oportunidades para quienes se entrenaron y aprendieron a salir de las dificultades con esfuerzo, inteligencia y realismo.

En rigor, no existen caminos fáciles ni difíciles, ni cómodos ni escarpados. El carácter de dificultad y adversidad de un camino escarpado no viene del camino en sí, sino del sujeto y de su potencial interno que lo diferencia de otros individuos en cuanto a la manera de responder. 

Esto nos lleva a una hipótesis polémica, ya que parecería que la medida y la intensidad de lo difícil y adverso las pone el mismo sujeto, dado que los hechos no constituyen ni revisten per se tales caracteres. Quizás constituya para algunos una hipótesis absurda, pero lo cierto es que ante un mismo hecho adverso quien tiene conocimientos (no en el sentido académico o de erudición) y habilidades, podrá adaptarse de mejor manera y sin tanto sufrimiento que aquel que no comprende lo que está ocurriendo o carece de las habilidades para sobrellevar el infortunio. 

Por otra parte, si el sujeto no aprendió a transitar el camino fácil, cómodo y llevadero de manera activa y consciente, la comodidad de dicho camino promueve la propensión al descuido, a la inercia, a la pasividad y genera efectos no evolutivos. Ello significa que si el sujeto es un mero consumidor pasivo del bienestar que le ofrece la vida próspera, seguramente estará debilitando su capacidad para nuevas adaptaciones que eventualmente le requiera en algún momento el camino escarpado de las situaciones imprevistas.

Por eso, y siguiendo con el planteo polémico de nuestra hipótesis, que a alguien le vaya bien y a otro mal ante un camino o proyecto emprendido, no depende de la naturaleza del camino ni de las circunstancias. Éstas son condicionantes y estímulos para generar posibles adaptaciones, sea en un sentido ascendente, cuando el sujeto convierte el hecho adverso en una oportunidad para algo nuevo y superior; sea en sentido descendente, cuando experimenta pérdidas irreparables y cae en estado de vulnerabilidad o fracaso cuasi invencible; sea en sentido degradante, cuando intensifica aún más el dolor y el resentimiento por la vía del descuido y la dejadez crónica, sin voluntad y sin atinar a superar la situación hostil.

Estas tres alternativas de adaptación frente a situaciones difíciles y adversas ponen en evidencia que la naturaleza e impacto de las mismas dependerán siempre del sujeto y de su capacidad y voluntad de superación. De allí que la dificultad y el carácter escarpado de un proceso o camino se mide por la distancia que media entre el estímulo adverso y la capacidad para adaptarse y responder. La experiencia cotidiana nos presenta casos en los cuales determinadas personas tratan de sobreponerse con esperanza al dolor y otras sucumben con la sensación de pérdida irreparable. 

Ello explica por qué ante un mismo estímulo dos personas responden de manera opuesta; esa diferencia la pone la capacidad de cada uno. A mayor capacidad, la relación con el estímulo adverso podría ser oportunidad de aprendizaje y de nuevas adaptaciones. A la inversa, cuando el sujeto carece de capacidades y de variación interna (W.R. Ashby), el estímulo adverso ocupa el escenario mental y emocional, al punto de generar procesos de malestar, pérdida de entusiasmo y falta de motivación para encarar las soluciones requeridas por las circunstancias.

Sin adoptar una posición reacia al bienestar y a la comodidad como búsqueda y aspiración natural de todo ser humano, el bienestar se convertiría en una situación inmovilizadora y paralizante si el sujeto no adquirió previamente capacidades de adaptación a las posibles situaciones y a las circunstancias imprevistas. Ello explica la raíz del sufrimiento humano y la intensidad de un dolor que siempre resulta inversamente proporcional a la capacidad de adaptación adquirida por el sujeto. 

Esto nos conduce a una afirmación también polémica: el hombre evolucionado es superior a sus episodios. Pero cuando una persona carece de conocimientos y habilidades, la fantasía lo lleva al pensamiento mágico y a buscar soluciones salvadoras que le permitan, en su ilusión, dejar de sufrir. Este placebo mental, a medida que pasa el tiempo, incrementa el dolor por falta de capacidad, anula la confianza en el propio talento y debilita la fortaleza y el temple para dominar las hostilidades sin perder lucidez y entereza. 


Dr. Augusto Barcaglioni


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1 comentario:

  1. Antonella (Economia y Gestion)9 de mayo de 2013, 9:45 a.m.

    Excelente! Senti muy de cerca esta nota... Me llevo grandes consejos para poder ponerlos en practica !

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