Cuando la necedad invade a la pareja

Interrogantes del infortunio inesperado 

Si bien días pasados dábamos por finalizada la secuencia relacionada con la “semana del necio”, nos parece oportuno proseguir estos días con otras consideraciones, teniendo en cuenta los resultados de la encuesta semanal en los que, con sorpresa de muchos, la mayor necedad parecería estar circunscripta al círculo de la pareja y de los jefes y colaboradores en el ámbito laboral. Quizás la explicación la encontremos en el hecho de que los epítetos no reproducibles, que se cosechan casi a diario cuando hay un necio en la pareja o en el ambiente laboral, se deban a que la asiduidad y frecuencia sistemática en el trato convierten a aquél en un invasor desagradable. A instancias de las sugerencias de muchos lectores de nuestro blog, trataremos el tema a la luz de los resultados parciales de la encuesta. 


Al respecto, comenzaremos con algunos interrogantes que hacen a la vida cotidiana y apuntan al meollo de la necedad en la pareja. El lector podrá elaborar las respuestas o ensayarlas a la luz de los enfoques desarrollados en notas anteriores o, en su defecto, formular sus dudas y/o comentar las mismas a título de aproximación y ensayo:

  • ¿Por qué el necio, signo de empecinamiento y rigidez, cabe, convive y actúa como tal en la vida de pareja, signo de intercambio y flexibilidad en el trato?
  • ¿Por qué, frente al anhelo de una convivencia apacible y armónica, el necio irrumpe de manera inesperada generando infortunio, reacción, desazón y tristeza en el otro?
  • ¿Por qué el amor comienza a sufrir fricciones por la obstinación vanidosa de quien debería tener un corazón siempre dispuesto a abrirse y a albergar la verdad y la opinión del otro?
  • ¿Por qué, ante la imagen compartida inicialmente acerca de un futuro deseado en términos de comprensión y diálogo, aparecen ahora la rigidez mental, la obstinación caprichosa y la incomunicación?
  • ¿Por qué, ante la declamada búsqueda conjunta de nuevas verdades, ahora alguien impone unilateralmente aceptar una verdad o punto de vista que no se buscó en común?
  • ¿Por qué, ante la promesa de decidir y compartir proyectos, la necedad del presente contamina las mentes que imaginaron momentos felices de intercambio y comunicación?
  • ¿Por qué, ante la frescura inicial del encuentro, el necio termina maltratando la mente y “deshidratando” la sensibilidad de quien necesita apertura y comprensión sin limitaciones ni condicionamientos? 

Cada una de estas preguntas abre un abanico de respuestas posibles y de nuevos interrogantes. Intentar hacerlo desde el campo de la pedagogía nos exige comprender las configuraciones y modelos mentales que, a través de aprendizajes fallidos, sea por exceso o por defecto, limitaron el modo de comprenderse a sí mismo y de relacionarse con los demás. Pues toda función de retardo que el necio genera en un determinado grupo obedece a una falencia de su aprendizaje pasado. 

Lo que ocurre es que la obstinación del necio termina por instalar una verdad parcial, definitiva y unilateral y con ello mata la creatividad del pensamiento y el ejercicio sereno de la libertad en los demás. Es así que la esterilidad del inmovilismo y la parálisis del pensamiento se imponen a la fecundidad de una creación compartida que emana del movimiento y del dinamismo continuo de la vida mental, emocional y sensible de la pareja. Por eso, el necio en la convivencia hace desaparecer el encanto de un trabajo compartido y le confiere amargura a una vida deseosa de superar y rehuir la amenaza de la inmovilidad y del aburrimiento. 

De esa manera, las mentes terminan paralizadas por un “cerrojo” que impide acceder a nuevos proyectos y niveles de comprensión más profunda de la vida en común. El dolor de quien convive con un necio se debe a que la ilusión y el anhelo de intercambio de antaño ahora fueron desplazados por un empecinamiento ciego que no alcanza a ver el paisaje mental ni a vivir la alegría de un oasis emocional compartido mediante un diálogo fecundo y sin reproches. 

Lo que pudo ser una verdad vivida en común termina siendo una aparente verdad, al negar nuevas posibilidades debido a una terquedad sin fundamento y a una voluntad dispuesta siempre a invadir para con-vencer y para imponer el propio punto de vista. He aquí la violencia blanca que “reseca” la convivencia en una forma de infortunio que sólo la creatividad de una vida sin condicionamientos ni estigmas degradantes podrá transformarla en escenario de crecimiento y desarrollo personal.


Dr. Augusto Barcaglioni


(Agradeceremos contestar la breve encuesta semanal, ya que una simple tilde nos permitiría aproximar nuestras notas y reflexiones hacia los 
temas más sensibles y críticos)


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