El arte de recuperar lo mejor de cada uno

Proceso para identificar y erradicar los estigmas mentales 


En las notas precedentes, relacionadas con los estigmas mentales y los efectos de la violencia blanca en la vida personal, definimos un hilo conductor como base para la interpretación y aplicación de los conceptos. Dicho eje conceptual postuló en todo momento el desarrollo del talento y de nuevas capacidades desde un constructivismo que supere el modelo fragmentario y mecanicista del conductismo. Ello nos exigió aplicar un enfoque sistémico-cognitivo como condición para revertir los efectos no deseados que provienen de una educación que no tuvo en cuenta el talento creativo ni la autonomía de quien se encuentra en situación de aprendizaje. 

Dado que la esencia de lo pedagógico consiste en favorecer condiciones para desarrollar el talento del sujeto que aprende, se hace necesario erradicar los bloqueos y condicionamientos en cualquiera de sus formas y revertir sus efectos, tales como la falta de voluntad, la desatención, la comodidad y la falta de confianza en la propia capacidad para aprender. Para ello, previamente debemos identificar los estigmas que la violencia blanca generó en la mente de cada uno. 

Sabemos que la historia personal, sin excepción alguna, refleja situaciones y momentos de violencia de variado grado, tono e intensidad. Hasta podemos advertir cómo, a igualdad de circunstancias, cada persona vivió las mismas situaciones de diferentes modos; lo que para unos terminó en un estigma condicionante, para otros no fue así. Esto nos remite al análisis y observación del historial cognitivo y psico-emocional que todo ser humano transitó en su vida y que determinó su idiosincrasia y modalidad. El historial cognitivo y psico-emocional de cada persona guarda relación directa con el propio potencial y nos explicaría por qué lo que para unos fue motivo de fracaso para otros fue de estímulo e incentivo para salir adelante y triunfar. 

Dicho historial es intransferible y depende de la educación recibida desde la familia, pasando por la escuela y lo que sigue en adelante. Configura la trama de los valores, prejuicios, paradigmas y cosmovisiones y está caracterizado por logros positivos y negativos y el impacto que produjo en la forma de pensar, sentir y actuar. De ese historial dependerán las capacidades logradas por cada uno en lo que hace al vínculo con los demás, a la confianza en sí mismo, a las destrezas, habilidades, valores y conocimientos. Pero también dependerán del mismo los bloqueos afectivos que conducen a la rigidez, al aislamiento, a las conductas proclives a la intolerancia, a la inseguridad y falta de confianza en sí mismo, a la tendencia a la manipulación y a la frivolidad. 

El balance de estos procesos complejos y de los resultados obtenidos, si bien incluye las características y el impacto del contexto vivido, no dispensa el análisis de la modalidad y la idiosincrasia adquirida y que el propio sujeto debe comprender y asumir. De allí que para conocer la historia de los propios logros y condicionamientos, se requiere realizar un itinerario mayéutico que recupere aquel tramo en que el niño fue capaz de expresar su talento y creatividad sin temores ni prejuicios mediante el “juego fresco” con la realidad y el vínculo armónico con quienes lo rodeaban. 

Pero poco a poco, sobre todo en la adolescencia y juventud, la energía se bloquea y el talento se va encerrando y “secando” con prejuicios, teorías y paradigmas impuestos que van ocultando lo mejor de sí mismo. Ello da lugar a situaciones donde el adulto empieza a vivir las alternancias de una realidad aparente que oscila entre la fantasía de superioridad y la insatisfacción competitiva, en una suerte de “juego sucio” que contamina los vínculos y deteriora los afectos. De allí surgirá, en no pocos adultos, ese proceso degradante que dará lugar al estigma de una envidia que ha de someter al sujeto, con el tiempo, a vivir la vida como energía en descenso y frustración. 

Para poder educar con un sentido formativo, tanto los padres como los docentes deben trabajar con lo mejor de cada uno y para ello deben partir desde lo mejor de cada uno: el talento. Si no conocen las capacidades y potencialidades de aquel a quien educan, serán un mero transmisor mecánico de recomendaciones o contenidos estáticos según el caso. Esta educación insalubre, llevada a cabo por acumulación de contenidos mediante procesos de aceleración mecánica de los aprendizajes o por el apuro cotidiano, soslaya, precisamente, lo mejor de cada uno. Por eso, nuestra insistencia para que todo proceso formativo esté pivotado en el conocimiento y la valoración de las capacidades con que cuenta quien se está educando. 

Así, los padres y docentes deberán ver en sus hijos o alumnos el talento con que están dotados a fin de extraer y recuperar de ese mundo interno lo mejor de cada uno. Lo mejor de cada uno consiste en esa capacidad que pugna por expresarse y actuar de manera natural, acertada y orientada al bien sin ejercer violencia alguna. Por lo tanto, exige a cada educador, sea cual fuere el rol que ocupe, una mirada más sutil, más generosa, paciente y refinada para que, en contraposición con la tosquedad, el apuro, la rigidez y la indiferencia, los jóvenes y adultos puedan pensar, sentir y actuar de acuerdo con ese potencial que constituye lo mejor de cada uno. 

A fin de identificar de manera sencilla y práctica los condicionamientos y estigmas mentales que cada uno podría ir reconociendo gradualmente, ofrecemos una grilla de ejercitación auto-diagnóstica para facilitar la reflexión personal. Para ello, ir al siguiente link


Dr. Augusto Barcaglioni


(Agradeceremos contestar la breve encuesta semanal, ya que una simple tilde nos permitiría aproximar nuestras notas y reflexiones hacia los 
temas más sensibles y críticos)


1 comentario:

  1. Que importante es la tarea de padres y educadores en la formación de nuestros hijos. Es fundamental tomar conciencia de ello...

    ResponderBorrar