Si realizamos una encuesta acerca de lo que entiende o interpreta cada persona acerca de la expresión “poner la mente en blanco”, se podrá observar que la misma alude de manera espontánea a dos elementos concretos: uno, que el significado de la expresión es entendible por todos y, otro, que constituye un beneficio muy apreciado y hasta considerado necesario. Así, quien pudiera poner la mente en blanco lograría una aspiración envidiable que prácticamente todos quisieran alcanzar.
“Poner la mente en blanco” es una metáfora que representa haber podido eliminar vestigios de malestar, preocupación e inquietud que aquejan y se presentan en los diferentes momentos de la vida cotidiana. Y como nadie quiere sentirse mal en esos momentos, se desea que la mente “esté en blanco”, sin indicios de imágenes perturbadoras o recuerdos inquietantes. Sin embargo, la aspiración de lograr una mente serena es válida, pero ponerla en blanco es un mito, por constituir una falsa ilusión.
La mente en blanco vendría a ser una mente tiesa e inmóvil porque no piensa. Y si no piensa deja de ser mente, para convertirse en receptáculo de un vacío inofensivo bajo la forma de una imagen ilusoria a la que se creyó despojar de todo contenido preocupante. Es llamada “mente en blanco” porque no le preocupa e inquieta nada, por estar inmóvil y fija en un momento determinado. Esto es ficticio, dado que la realidad está en movimiento y cambio permanente y a ello la mente humana no puede sustraerse, bajo riesgo de quedar aislada y artificialmente estática. Esto vulnera la condición natural de la inteligencia, que reclama una permanente adaptabilidad a las condiciones cambiantes y a las fluctuaciones incesantes del entorno.
Este mito, consumido como un estereotipo aceptado casi unánimemente, movilizó y continúa movilizando el negocio de la serenidad mental. Con tal de “poner la mente en blanco” empleando cinco o siete reglas simples y obvias, mucha gente se somete a esa ilusoria promesa que, pasado el tiempo de la novedad, vuelve y termina en la rutina pre-existente. En estricto sentido pedagógico, ello ocurre por falta de comprensión y dominio acerca del funcionamiento sistémico de la inteligencia y de la no aplicación de un método sobre cómo organizarla sin tener que “ponerla en blanco”.
De allí que el mito de colocar la mente en ese estado supuestamente neutro para que los problemas no la perturben, debería ser sustituido por el método que permita a la inteligencia comprender y encarar las situaciones perturbadoras o problemáticas sin necesidad de ponerla bajo el influjo de una metáfora acromática. En lugar de inmovilizar la mente, la realidad impele al sujeto a aprender a usar su inteligencia como herramienta efectiva de comprensión de la propia vida y de resolución de los problemas que se presentan. En tal sentido, cabe afirmar que la “mente en blanco” no descansa como habitualmente se cree, dado que simplemente se mantiene inmóvil y deja los problemas sin resolver. Sólo el conocimiento inclina a la acción y conlleva y prevé su aplicación sin dejar la mente en estado estático.
El logro efectivo de la serenidad y tranquilidad mental exige someter tal aspiración a un proceso que permita poner en actividad la inteligencia y pensar conscientemente. Este es el desafío y el objetivo específico que la ciencia pedagógica tiene en el futuro, al punto de que a los aportes y avances de las neurociencias y ciencias cognitivas la educación emerja como un proceso metódico y efectivo para optimizar fácticamente, y a través de cada educador, la organización y el uso debido de la inteligencia en situación de aprendizaje.
Sabiendo usar la inteligencia, nadie buscaría con tanto ardor la ficción de poner su mente en blanco; simplemente la pondría en movimiento para percibir lo que sucede tal como sucede, sin apelar a recursos imaginarios y promesas fugaces. Es la educación y el método pedagógico riguroso y seriamente utilizado por padres, educadores y dirigentes sociales, lo que permitirá brindar a cada individuo un estado mental más estable para la acceder a una vida no sometida a las perturbaciones y condicionamientos habituales.
Dr. Augusto Barcaglioni
(Agradeceremos contestar la breve encuesta semanal, ya que una simple tilde nos permitiría aproximar nuestras notas y reflexiones hacia los
temas más sensibles y críticos)
Veo una mirada original y creativa de cómo estamos habituados a expresiones vacías que en verdad no significan nada ni ayudan a mejorar… Me resulta ilustrativo el “negocio de la serenidad mental”. Yo agregaría también el “negocio del control mental”. Hay que volver a la pedagogía en serio.
ResponderBorrarSe podría decir entonces que una mente que pregunta se mueve y así responde al principio de que la hipótesis debe ser la herramienta pedagógica por excelencia. Está claro, pero, con ironía y parodia, sería mejor que la mente esté en penumbra...
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