Cuando la acción ética es una actuación hipócrita
Nos consta por experiencia que la gran mayoría
de los individuos muestra al exterior una manera de ser y de actuar que
generalmente no coincide ni guarda coherencia con lo que efectivamente es y
siente en su interior. Así, vemos que se proclama la necesidad de decir la
verdad, de ser tolerantes, de ser justos y honestos, pero que en el fuero
íntimo de la persona tales valores no tienen vigencia alguna ni poseen la
vitalidad de la íntima convicción.
Por eso, los hijos suelen presenciar en sus
padres esa perniciosa dualidad e incoherencia, que los lleva a serias
confusiones, con consecuencias no deseadas en el futuro. De igual manera,
observamos no pocas actuaciones aparentemente sinceras en la relación
docentes-alumnos, jefes-colaboradores y en las diferentes ocasiones de
encuentros entre familiares, amigos y conocidos y de los que no se excluye, a
veces, a la misma pareja.