Cuando los padres impiden la identidad de sus hijos
Una de las razones de nuestra insatisfacción en la actualidad, proviene del hecho que consideramos que no somos felices porque no somos aquel que quisiéramos ser o aquel que quiso ser y no pudo por imposición externa o dejadez. Esto conlleva un estado de ánimo en el que tanto lo que hacemos como nuestra vida misma no nos satisfacen ni dan alegría cotidiana. Por eso, nos sentimos compulsivamente volcados a lograr metas que alguna vez estuvieron en nuestro imaginario personal y que simbolizaron el logro de la felicidad. Y es muy posible que en base a ese imaginario construyéramos el edificio de nuestra realidad personal.Si tenemos en cuenta lo que desea un padre para sus hijos, generalmente dicho deseo gira alrededor del éxito según los parámetros establecidos por una cultura excesivamente consumista y que vuelca en la posesión de bienes, tangibles o simbólicos, la idea central de la felicidad. Así, la aspiración de muchos padres tiene como referencia metas tales como:
- Tener suficientes o abundantes recursos materiales.
- Lograr el éxito a través del dinero.
- Tener prestigio y títulos académicos.
- Ser un profesional exitoso.
- Tener una familia.
- Formar una pareja.
A ello, cabe mencionar el listado de lo que no queremos para ellos: que no sean ni vivan de tal o cual manera, que no tengan una contextura física inadecuada, que no sean enfermos ni deformes, que no sean pobres y todas las características consideradas adversas o disfuncionales por el sistema vigente y cuya no posesión o ausencia permitiría y garantizaría completar y concretar la imagen de una vida supuestamente ideal y feliz.
Tales aspiraciones por parte de los padres y educadores son absoluta y plenamente legítimas y valederas. Ningún padre con sentido común dejaría de imaginar y anhelar tales cosas o bienes para sus hijos. De allí que muchas insatisfacciones de los padres provienen del no cumplimiento de esas metas cuando sus hijos optan y deciden otro camino. Más aún, muchos padres pretenden tener de antemano el éxito asegurado de sus hijos y lo hacen por una vía imaginaria, al proyectar la imagen de lo que ellos entienden qué actividad es el mejor camino.
Es en la ficción de las posesiones donde está girando la imagen de lo que debemos ser y a ello apunta la educación familiar y escolar, donde ya desde edad temprana dicha imagen se constituye como un mandato que quedará incrustado en la conciencia individual y colectiva, al punto de que nadie cuestionará lo que eligió si no es por razones prácticas de conveniencia, pero nunca por razones de identidad personal o de estar, simplemente, bien consigo mismo.
Por tales razones, a ese listado legítimo y válido le falta lo más importante y que constituye el cimiento del futuro edificio personal y de una vida feliz. Lamentablemente, casi ningún padre hace abstracción y deja al margen, aunque sea por un momento, tales metas para preguntarse más en profundidad el sentido y envergadura de lo que anhela para sus hijos. Encerrados en lo que deberían lograr, olvidan el cómo y el para qué lograrlo, sin imaginar si son autónomos para decidir el sentido de sus propios proyectos.
De allí que es poco frecuente que un padre tenga como anhelo principal que su hijo aprenda a decidir por sí mismo, que sepa cómo ser feliz y pleno en su vida y si será capaz de lograr las capacidades que le permitirán ser aquello que quisiera ser sin interferencia alguna. Más aún, si dicho anhelo tendría vigencia, seguramente sería tildado de idealista, utópico o poco práctico.
La mayor satisfacción personal para un padre es tener la convicción de que su hijo no necesitará posesiones de ninguna índole para lograr ser querido o aceptado por los demás. Pero en una cultura de los efectos y resultados inmediatos, signada por el éxito y el confort, aún la conocida aspiración de “que sea una buena persona” tiene una connotación vulgar y poco atractiva.
A este punto, y previa advertencia de nuestra insatisfacción acerca de lo que somos, de lo que hacemos y de lo que sentimos cotidianamente, quizás debamos confrontar con nosotros mismos para empezar a cuestionar nuestra actitud respecto de aquello que, si bien nos otorga algunas satisfacciones esporádicas, no nos termina de llenar del todo. Esto explica la enfermedad del vacío desde su origen y perpetúa un estado de insatisfacción y descontento crónico que termina en la envidia, en la comparación con los demás, en la competencia, en la ambición, en la avidez desmedida y en el incremento de una vanidad que a toda costa intenta brindar la imagen de lo que no somos.
Dr. Augusto Barcaglioni
(Agradeceremos contestar la breve encuesta semanal, ya que una simple tilde nos permitiría aproximar nuestras notas y reflexiones hacia los temas más sensibles y críticos)
Es evidente que no solo los padres influyen en la identidad de sus hijos, pues la sociedad, tambien hace lo suyo, y estoy de acuerdo con que las corrientes ideológicas que nos rodean , nos llevan a todos, como en una barranca, hacia el consumismo materialista y despersonalizador, pero tambien nosostros como docentes y padres podemos intentar salir de ese entorno, siempre y cuando tengamos la fortaleza necesaria y la luz del entendimiento vibrante, con ideales claros y conscientes, donde no nos encuentren enredados en eso de aparentar, tener, y donde una persona no vale lo que es, sino lo que tiene, si vamos contra la corriente demostrandolo con el ejemplo, al menos podemos dar una pequeña esperanza a aquellos que nos estan mirando,
ResponderBorrarTodo educador, padres, docentes, empresarios, empleadores, son orientadores... que con su propia vida deben poder dar un revez a esta sociedad tan corrompida por el mundo material; el cómo cada uno lo hace, es el punto de reflexión y aunque cueste, vale la pena, pues esta lucha nos dará más satisfacciones trascendentales, que aquellas esporádicas y netamente materiales.
Cecilia
Hola Cecilia, muy interesante tu comentario y lo comparto plenamente. Quizás todos hemos olvidado que lo que interesa es el tiempo interno, la forma de vivirlo, la fecundidad en las comprensiones cotidianas para que así podamos aceptar la realidad tal como es y no salir de nuestro mundo interior para encadenarnos a esa codicia y envidia alienantes y despersonalizantes que caracteriza al desenfreno y la ambición.
ResponderBorrarUn saludo cordial
Estamos en una etapa de crecimiento Tecnológico realmente notable o sin precedentes al menos desde el punto de vista de la rapidez de su crecimiento y avance. Todo esto mejora y produce un gran beneficio en la sociedad, pero tambien plantea otros conflictos y la complejiza en otros niveles, el del consumo es apenas un ápice de esa complejizacion. Ahora bien, a mi entender, si hay algun valor por el cual la escuela publica siempre ha enfatizado es en la "relacion ser-tener", creo que en eso, ha hecho y sigue aún haciendo un gran trabajo, y sin embargo los Docentes seguimos enfrentando enormes problemas como programas de estudios y evaluaciones obsoletas y contenidos soporíferos que malogran las cursadas y anulan el interes de un gran porcentaje de alumnos.Ademas de todo esto dependemos de la educación que traen desde el hogar, lo que tambien incíde en forma directa en el desarrollo de la vida escolar e incide en la identidad de los hijos como señala Cecilia. Un gran tema a debatir.
ResponderBorrarHola Pablo, has hecho un muy buen diagnóstico sobre esa problemática intangible que no se ve, pero que actúa con tanta virulencia y que, como bien lo señalas, la organización burocrática del sistema impide al docente ser más creativo o, por lo menos, trabajar más cómodo.
ResponderBorrarSi así fuera, brindará lo mejor de sí mismo a quienes más necesitan ver que el educador es alguien que realiza su trabajo feliz y de buen humor.
Un saludo cordial
Impecable como siempre. No puedo agregar más, salvo la tenue luz de un optimismo que de a poco crece viendo que la gente de a poco está diciendo basta. Como ex docente y ahora madre full time veo que hay muchas familias que están empezando a despertar en el hecho que no todo es como se nos pinta o quieren vendernos. Buscar educación alternativa o involucrarse más en la educación de los hijos es una. De a poco iremos (quiero creer) cambiando varios paradigmas ya obsoletos.
ResponderBorrarEs increíble como nuestros padres nos van poniendo limites de lo que debemos alcanzar y hasta donde debemos llegar con respecto a que ellos creen necesario para nuestra felicidad, pero no se ponen a pensar o se toman un momento para acercarse y hablar con sus hijos a cerca de lo que ellos quieren y creen necesario para su felicidad.
ResponderBorrarBuenos dias!, la verdad que me identifique bastante con el texto, cuantas veces pensamos somos felices, realmente?, y se que es tan sencillo serlo, pero la cotidianidad de trabajo, familia, etc nos lleva a no disfrutar de los momentos de felicidad,porque todo lo vivimos rapido, que estamos teniendo, los pasamos por alto, no nos dimos cuenta cuando paso y es asi como se nos pasa la felicidad por al lado!, creo que todos tenemos un poco la culpa de esto, desde nuestros padres hasta nosotros mismo una vez que tenemos la posibilidad de elegir como vivir y para que vivir, seguimos tomando la idea que lo material/monetario nos hace feliz, y que gran ilusión mentirosa.
ResponderBorrarTodo esto que nos pasa tiene que ver también con la cultura de una sociedad consumista, con la velocidad de comunicacion, con la inmediatez, etc.
Bla bla bla consumismo, bla bla bla los padres, puro parloteo que no dice nada la realidad es que los jovenes hoy en dia no tienen rumbo y lo peor de todo es que no existe alguno que puedan seguir, no me extraña que tantos jovenes se unan al estado islamico cuando no tienen fundamentos tan basicos como el respeto a la cultura o a los libros, para tener un minimo de criterio sobre el bien y el mal, por eso se han vuelto la carne del cañon de las guerras por venir de las revoluciones actuales, todo el contenido de peliculas television y pesudoliteratura los esta preparando para enrolar filas de los militares o paramilitares, asi es el ciclo para disminuir la poblacion humana.
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