Por qué es útil distinguir los hechos y la realidad
La educación formal no enseñó a comprender ni a dominar los hechos que acechan y rodean la vida cotidiana con una multiplicidad y variedad de episodios y casos. Así, desde niños se identifican erróneamente el hecho con la realidad. Este es el caldo de cultivo para vivir mezclados en la indefinida variedad de hechos y confundidos rutinariamente con ellos.
En nuestra nota anterior afirmábamos que todo lo que nos rodea, lo que nos molesta, lo que nos agrada, los fracasos, los éxitos, lo que deseamos o lo que nos pasa interna o externamente, son simples hechos y episodios que, sin dejar de ser reales, sin embargo no son la realidad. La conveniencia de esta diferenciación se evidencia en los resultados de nuestra encuesta semanal, donde el 95% consideró que tal distinción es útil y práctica, mientras que para un escaso 5% es irrelevante y no tiene sentido.
Acercando algunas hipótesis, veamos por qué resulta útil y práctico saber diferenciar, en los vaivenes de la vida cotidiana, el hecho de la realidad. Cuando se sufre o disfruta un hecho, ello no significa estar en la realidad, pues sabemos que muchos momentos de placer, sufrimiento o disfrute están alejados de la realidad cuando no son conscientes y se ignora el proceso mental que les dio origen. De esta manera, la conciencia deja de ser el motor de los momentos y situaciones que se presentan en la vida. Y esto no es vivir plenamente ni estar en la realidad.
La realidad de la que hablamos es la realidad interna que, como sujetos conscientes, nos permite constituirnos a nosotros mismos en una realidad anterior a los hechos. Ello en virtud de que nuestra conciencia se configura como realidad al regular, dominar, modificar y manejar, al menos comprensivamente, todos los hechos posibles. De allí que tales hechos, situaciones o episodios dependen del modo como funciona y se organiza nuestra mente. En tal sentido, podríamos decir que la realidad es vivida creativamente cuando está presente la conciencia.
Teniendo en cuenta que cada hecho no es la realidad, el que podamos ser conscientes de ello nos habilita para comprender mejor los hechos tal como son y la etiología que les da existencia. Las emociones perturbadoras, por ejemplo, empañan la comprensión y la conciencia de los hechos y nos alejan de la realidad. Cabe, al respecto, preguntarnos acerca de cómo acceder al conocimiento de la realidad y lograr una mayor comprensión y creatividad ante los hechos que nos rodean. Conforme a lo que hemos planteado, la respuesta surge claramente: pensando con acierto y conscientemente.
Pensar con acierto y conscientemente implica prever los hechos, sea para que sucedan o para que no sucedan. En tal sentido, podríamos afirmar que la realidad se expresa en el ejercicio autónomo de la mente. Según las circunstancias, los hechos nos pasan, nos entretienen, nos molestan, nos entristecen, nos agobian o nos alegran. Y podríamos decir también que según la naturaleza de nuestros pensamientos (que configuran nuestra realidad personal), surgirán múltiples hechos que empujan a ciertos conflictos, que condicionan los vínculos, que estimulan a competir desmedidamente con los demás, a envidiar, a establecer una relación simulada, a brindar un afecto ficticio o a ofrecer una amistad sincera, todo como correlato de los pensamientos deficientes o virtuosos que se comportan como generadores de tales hechos.
No interesa la cantidad de robos de un ladrón. Los hechos o comportamientos que pueda llevar a cabo dependen de un pensamiento-guía central que se comporta como la realidad de la cual se desprenden aquéllos. Robe o no, el ladrón es tal por la matriz de sus pensamientos, incitados por el instinto de apoderamiento. De igual manera, quien tiene una capacidad solidaria, ésta es su realidad y se expresará en hechos solidarios conforme a las circunstancias.
De allí que un hecho puede o no producirse sin que por ello se altere la realidad que subyace en la conciencia y en los modelos mentales del sujeto. Es el caso de quien posee el modelo mental del engaño y las circunstancias le impiden la manifestación externa de la conducta o el hecho engañoso. En este sentido, la realidad de quien engaña no se modifica, ya que guarda correlato con un modelo mental que permanece activo aunque todavía no se manifieste.
Sin querer dramatizar, si alguien en una oportunidad es intolerante con su pareja y en otro momento tiene conflictos con quienes le rodean y pasado cierto tiempo llega a la enemistad con sus compañeros de trabajo o con algún desconocido, tales episodios son hechos o ramificaciones de una realidad previa, dada en el pensamiento de intolerancia ira o rigidez que los produce. Y en virtud de que muchas veces esos hechos se presentan de manera esporádica o se manifiestan en ambientes diferentes, el sujeto puede no advertir la realidad de la cual proceden. Así, transcurre su vida limitándola a la solución de hechos y situaciones sin conocer sus causas.
Como consecuencia de ello, observamos que por los hechos visibles y tangibles los seres humanos se separan, se desunen, se agreden, se vinculan ocultando intereses egoístas o simulan generosidad, cuando es a través del conocimiento de la realidad de sus pensamientos y modelos mentales que podrían comprender con más amplitud las reacciones, comportamientos y actitudes propias y ajenas. Hasta podríamos entender mejor la lógica de quienes delinquen, de quienes actúan por apariencia y de quienes son honestos y generosos.
Sin una comprensión de nuestra realidad, nuestra vida queda clausurada en los límites y en la inmanencia de los efectos y de los hechos que demandan tiempo y esfuerzo para neutralizarlos. Por eso, la mayoría vive en la apariencia de los hechos creyendo que los mismos son la realidad. Esto los lleva a la ficción que les hace creer que al no existir un hecho, no es necesario indagar la realidad del pensamiento que todavía no se manifiesta y espera la ocasión de hacerlo.
El sabio no necesita que un hecho se produzca para conocer la realidad de lo que efectivamente es. Al conocerse a sí mismo, la propia observación le permite conocer la realidad de sus pensamientos. Para quienes no son sabios, en cambio, cada hecho o situación podría convertirse en una oportunidad creativa para conocer los pensamientos que definen su concreta y propia realidad. Esto evidencia que los hechos son verdaderas oportunidades para acceder al conocimiento profundo de las causas que impulsan nuestra conducta. De allí la importancia de una educación centrada en la organización y el uso creativo de la mente.
Dr. Augusto Barcaglioni
(Agradeceremos contestar la breve encuesta semanal, ya que una simple tilde nos permitiría aproximar nuestras notas y reflexiones hacia los
temas más sensibles y críticos)
no coincido mucho con el resultado de la encuesta porque me parece que la mayoría busca explicar lo que le sucede con razones externas, culpando a otros y muy pocos son los que buscan en su propia vida
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